Hoy inauguramos nueva sección en Arte que no Ves llamada SepTVo Arte y dónde hablaremos de todas aquellas series que van más allá del mero entretenimiento. Muchas de estas series, beben directamente de técnicas cinematográficas para poder ofrecer pequeñas obras de arte a través de la pequeña pantalla.
Un claro ejemplo de esto es, sin lugar a dudas, Breaking Bad. La serie creada por Vince Gilligan y que finalizó hace más de una semana después de 5 años. Sin embargo, al principio muchos no veían un futuro claro a esta serie, debido a su poca audiencia inicial. No obstante, los productores decidieron seguir confiando en ella y, a la vista de los resultados, no deben de estar arrepentidos: 10, 3 millones millones de espectadores vieron el capítulo en EE.UU y otros tantos millones lo vieron más tarde por internet. Incluso muchos se atreven a colocarle el título de mejor serie de la historia, algo que siempre está sujeto a debate. Lo que sí es cierto es que Breaking Bad tiene algo especial que la hacen diferente a lo anteriormente visto, pero, ¿el qué?
Si uno se para a leer el argumento de Breaking Bad, pronto se dará cuenta de que el argumento resulta poco menos que innovador y rompedor. El protagonista, Walter White, es un profesor de instituto de química que le diagnostican un cáncer incurable en el pulmón. Esto le llevará a dar un giro radical a su vida para poder dejar a su familia una situación económica estable cuando él ya no esté. Con este objetivo, se meterá a cocinar metanfetamina junto a un antiguo alumno conocedor del mundillo, Jesse Pinkman. Sin embargo, pronto se dará cuenta que no todo es tan fácil como el creía.
La trama de la serie es única por dos principales motivos. El primero de todos es que, teniendo en cuenta el público al que va dirigido la serie choca de lleno contra numerosos tabús y códigos éticos no solo de la sociedad americana, sino de la humanidad en general. ¿Es lícito hacer algo ilegal para obtener un dinero fácil y rápido? ¿Aunque sea para usar ese dinero para el bien de mantener a una familia? El segundo motivo deriva de el primero, ¿se puede entrar en un mundo como el de la droga sin corromperse?
Un cambio radical en el estilo de vida conlleva, necesariamente, un cambio en la persona, y así ocurre con Walter White. Al principio nos encontramos a un personaje que entra en un mundo que desconoce y que así se refleja en su forma de actuar, torpe y nerviosa. Quiere el mínimo contacto con el mundo criminal, solo el suficiente para poder obtener dinero. Sin embargo, según pasan los capítulos, se ve un cambio paulatino en el personaje, según va obteniendo poder, reconocimiento y respeto. Esto también cambia necesariamente el tono de la serie, pasando de ese humor negro inicial a una mayor carga trágica. Lo más curioso es que el protagonista, a pesar de actuar mal no solo con su mujer sino dentro del mundo criminal, el espectador siempre va a ponerse de lado de Walter White. Es más, convertirá a su mujer Skyler o a su cuñado Hank, agente de la DEA en el centro de todas sus iras.
Además del protagonista, la serie está plagada de personajes muy bien construidos y muy interesantes: Jesse Pinkman, el compañero de Walter, sufre quizás una evolución mayor al pasar de ser un personaje cómico a uno puramente trágico; Hank, el cuñado de Walter, el ejemplar agente de la DEA; el hijo de Walter, Junior, que sufre parálisis cerebral; Mike, una especie de asesino a sueldo de mediana edad; Saul Goodman, un abogado con unos métodos nada legales. A estos hay que sumar un amplio elenco de personajes, cada uno con un atractivo que los hacen únicos.
Esta historia cuenta con un apartado técnico cargado de simbolismo y que redondean a la perfección gran parte de las escenas de Breaking Bad, convirtiendo muchas de ellas en auténticas obras de arte. La serie juega mucho con los silencios y cámaras estáticas, que ayudan a transmitir esa inmovilidad de la cual quiere escapar el personaje ante la cercanía de la muerte y poder obtener así el dinero para su familia. Aunque muchas de estas, simplemente tienen la función de aumentar la tensión de las escenas. También destacan las escenas en que se cocina la droga, convirtiendo en un auténtico arte el proceso de elaboración. En cuanto al simbolismo anteriormente dicho, este es bastante recurrente en la serie. Desde la mosca que entra en un laboratorio de metanfetamina impoluto y que saca de quicio a Walter, pasando por el desierto que refleja el infierno por el que tiene que pasar el protagonista para obtener el dinero o el simple hecho de que se rape la cabeza.
La música también es parte fundamental de la serie, encajando a la perfección con las escenas que acompaña, no solo por el ritmo sino también por la letra. Es más, muchas de estas canciones ya será imposible escucharlas sin relacionarlas con Breaking Bad.
El último capítulo de la serie fue el cierre perfecto, tanto argumentalmente como técnicamente. Un buen final para una historia única de principio a fin que no solo será recordada por mucho tiempo, sino que esperemos que marque un antes y un después a la hora de hacer series.
Un claro ejemplo de esto es, sin lugar a dudas, Breaking Bad. La serie creada por Vince Gilligan y que finalizó hace más de una semana después de 5 años. Sin embargo, al principio muchos no veían un futuro claro a esta serie, debido a su poca audiencia inicial. No obstante, los productores decidieron seguir confiando en ella y, a la vista de los resultados, no deben de estar arrepentidos: 10, 3 millones millones de espectadores vieron el capítulo en EE.UU y otros tantos millones lo vieron más tarde por internet. Incluso muchos se atreven a colocarle el título de mejor serie de la historia, algo que siempre está sujeto a debate. Lo que sí es cierto es que Breaking Bad tiene algo especial que la hacen diferente a lo anteriormente visto, pero, ¿el qué?
Si uno se para a leer el argumento de Breaking Bad, pronto se dará cuenta de que el argumento resulta poco menos que innovador y rompedor. El protagonista, Walter White, es un profesor de instituto de química que le diagnostican un cáncer incurable en el pulmón. Esto le llevará a dar un giro radical a su vida para poder dejar a su familia una situación económica estable cuando él ya no esté. Con este objetivo, se meterá a cocinar metanfetamina junto a un antiguo alumno conocedor del mundillo, Jesse Pinkman. Sin embargo, pronto se dará cuenta que no todo es tan fácil como el creía.
La trama de la serie es única por dos principales motivos. El primero de todos es que, teniendo en cuenta el público al que va dirigido la serie choca de lleno contra numerosos tabús y códigos éticos no solo de la sociedad americana, sino de la humanidad en general. ¿Es lícito hacer algo ilegal para obtener un dinero fácil y rápido? ¿Aunque sea para usar ese dinero para el bien de mantener a una familia? El segundo motivo deriva de el primero, ¿se puede entrar en un mundo como el de la droga sin corromperse?
Un cambio radical en el estilo de vida conlleva, necesariamente, un cambio en la persona, y así ocurre con Walter White. Al principio nos encontramos a un personaje que entra en un mundo que desconoce y que así se refleja en su forma de actuar, torpe y nerviosa. Quiere el mínimo contacto con el mundo criminal, solo el suficiente para poder obtener dinero. Sin embargo, según pasan los capítulos, se ve un cambio paulatino en el personaje, según va obteniendo poder, reconocimiento y respeto. Esto también cambia necesariamente el tono de la serie, pasando de ese humor negro inicial a una mayor carga trágica. Lo más curioso es que el protagonista, a pesar de actuar mal no solo con su mujer sino dentro del mundo criminal, el espectador siempre va a ponerse de lado de Walter White. Es más, convertirá a su mujer Skyler o a su cuñado Hank, agente de la DEA en el centro de todas sus iras.
Además del protagonista, la serie está plagada de personajes muy bien construidos y muy interesantes: Jesse Pinkman, el compañero de Walter, sufre quizás una evolución mayor al pasar de ser un personaje cómico a uno puramente trágico; Hank, el cuñado de Walter, el ejemplar agente de la DEA; el hijo de Walter, Junior, que sufre parálisis cerebral; Mike, una especie de asesino a sueldo de mediana edad; Saul Goodman, un abogado con unos métodos nada legales. A estos hay que sumar un amplio elenco de personajes, cada uno con un atractivo que los hacen únicos.
Esta historia cuenta con un apartado técnico cargado de simbolismo y que redondean a la perfección gran parte de las escenas de Breaking Bad, convirtiendo muchas de ellas en auténticas obras de arte. La serie juega mucho con los silencios y cámaras estáticas, que ayudan a transmitir esa inmovilidad de la cual quiere escapar el personaje ante la cercanía de la muerte y poder obtener así el dinero para su familia. Aunque muchas de estas, simplemente tienen la función de aumentar la tensión de las escenas. También destacan las escenas en que se cocina la droga, convirtiendo en un auténtico arte el proceso de elaboración. En cuanto al simbolismo anteriormente dicho, este es bastante recurrente en la serie. Desde la mosca que entra en un laboratorio de metanfetamina impoluto y que saca de quicio a Walter, pasando por el desierto que refleja el infierno por el que tiene que pasar el protagonista para obtener el dinero o el simple hecho de que se rape la cabeza.
La música también es parte fundamental de la serie, encajando a la perfección con las escenas que acompaña, no solo por el ritmo sino también por la letra. Es más, muchas de estas canciones ya será imposible escucharlas sin relacionarlas con Breaking Bad.
El último capítulo de la serie fue el cierre perfecto, tanto argumentalmente como técnicamente. Un buen final para una historia única de principio a fin que no solo será recordada por mucho tiempo, sino que esperemos que marque un antes y un después a la hora de hacer series.
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